Ensoñaciòn

Ensoñaciòn

martes, 2 de febrero de 2016

Desencanto.

De pronto te llegan los fines de semana sola, bebiendo una insípida taza de café con el frío calandote los huesos.

Entonces te das cuenta que ya no tienes el mismo brillo, la magia, el poder para enamorar a alguien como cuando por tu piel cruzaban los dulces 16...

miércoles, 6 de enero de 2016

Aéreos

Él no sabía nada acerca de danza, ella no tenía ni idea de cómo era pilotar un avión, pero hay algo que los dos sabían hacer a la perfección: volar 

sábado, 2 de enero de 2016

Perfecta imperfecta.

Voy a fregar los platos hasta que el esmalte efecto gel caiga de mis uñas

Voy a bailar bajo la lluvia hasta que los sensuales bucles que cubren más abajo de mi cintura se desvanezcan

Voy a usar esa ropa tan cómoda y holgada que mantiene en secreto mi afinada cintura y mis anchas caderas 

Voy a caminar descalza por la tierra mojada, sin los 12 cm que alargan mis piernas

Voy a dejar que las gotas cristalinas y saladas que viven dentro de mis ojos, resbalen lentamente como río en calma, hasta que arrastren en él mi maquillaje, y entonces, mis labios no sean más que unos simples labios y no los sensuales labios carmín.

Me voy a cargar en la espalda mis sueños, mis anhelos, los secretitos que viven en mi cuerpo para no tener que usar un bolso...

Voy a permitir que veas que no soy más que, una perfecta imperfecta, una niña atrapada en este cuerpo de mujer, el cual parece que ha sido regado con el líquido de la inseguridad toda la vida

Porque créeme, intentar ser perfecta no es fácil y no es para mí, si, es para ti. 

viernes, 13 de noviembre de 2015

Mujer Atemporal.

 
 
En esta vida todo es cuestión de tiempo,
lo catalogamos en segundos que conforman minutos
minutos que crean horas
horas que se convierten en días
días que al sumar 365 dan un año
 
 
Contamos en exceso
contamos desde la duración de un evento
hasta la duración que
cada persona lleva sobre ésta tierra
 
Lo cierto es que el tiempo y yo, nunca hemos sido aliados
a momentos se me escapa de las manos
se me escurre como agua brotante
cuando me doy cuenta, el travieso tiempo se ha ido
 
Tiempo, te pierdo a cada momento
me haces la maldad y te escapas,
pero ¿Qué más da?
por tu culpa me he hecho fama de impuntual
 
Minutos más, segundos menos,
nunca me ha gustado contar,
sabes que nunca te he reprochado los desaciertos
nunca me ha hecho rabiar que me faltes todo el tiempo, amigo tiempo
 
Nunca...hasta hoy.
 
Quisiera buscar entre los bolsos de mano
entre las chamarras viejas
y poder encontrar los minutos que se me han escondido,
los minutos por los que he llegado tarde tantas veces
 
Quisiera encontrar esos minutos rebeldes,
perdidos, dormidos,
quisiera juntarlos y echármelos encima,
para ver cuantos años hacen juntos
 
Porque hoy, justamente ahora, en este instante
me ha importado mi impuntualidad
me ha importado llegar tarde,
porque había llegado tarde 10 minutos, 15 minutos
media hora, una hora...
 
Pero nunca...nunca 11 años.
 
 
 

¿Qué es lo que ves, cuando te miras al espejo?


Enero de 2014. 

Se necesita un cuerpo para bailar,

pero el requerimiento más grande, es el corazón…

Por: Viridiana Juárez.

Indudablemente en ésta vida, hay estereotipos para todo, los bailarines no nos salvamos, ¿Cómo es la bailarina perfecta? Alta, delgada, piernas y brazos largos, poco busto (realmente muy poco), caderas pequeñas y angostas, rubia, castaña, pelirroja, rostro finísimo, debe tener una línea maravillosa. Así es la bailarina perfecta según los estereotipos, ahora díganme ¿A cuántas bailarinas perfectas conocen? En realidad conozco a una, es mi amiga y la adoro, pero el punto no es ese, el punto es que hay un montón de bailarinas “imperfectas” en todo el mundo.

Soy mexicana y me honra serlo, porque soy de las mexicanas que también sabe ver las virtudes de su país, de las que aman las flores y los colores, podría comer mole a diario y desear que sea día de muertos todos los días, pues entonces como podrán ustedes imaginar, mi cabello es negro, mis ojos como el café de todas las mañanas, mis caderas como para parir a un batallón completo y mis piernas, bueno, dejémoslo en que yo si tengo piernas; poseo un cuerpo fuerte, para algunos quizá rudo, un cuerpo herencia de una bisabuela que es casi un roble y de tantas cosas que pude haber elegido hacer en este mundo, elegí la danza.

No es que la danza sea difícil como a todos nos lo hacen creer, simplemente hay que trabajar, hay que esforzarse, pero hay que vivir en ella, no sobrevivir, pasa, a mí me pasa que no puedo ser la bailarina perfecta, que adoro bailar, que mi cuerpo y mi alma se funden al hacerlo, pero también pasa que no entiendo cuando me dicen en plena clase “reduce las caderas”, “comprime las caderas”, “afina tus muslos” ¿Qué hago? ¿Me paso una rebanadora de jamón? Veamos… ¿Qué haré con estos caderones, cómo me los comprimo? ¿Dejo de comer, mastico y lo escupo, vomito? Todas ideas completamente absurdas, porque a mí no me molesta mi cuerpo, porque prefiero comer helado a que me cuenten a que sabe, lo mismo que tomar ponche y comer tamales; no se trata de tirarse a la perdición y comerse todo lo que se te ponga enfrente, se trata de quererte, si te quieres por salud te cuidas, pero una cosa es cuidarse y otra abandonar lo bueno de la vida.

Tuve una maestra que marcó mi andar en la danza, fue hace no mucho tiempo, morena como el chocolate, caderas anchas, empeine envidiable, ágil, de una calidad de movimiento impresionante, entonces me vi en ella, con este cuerpo mexicano, arraigado a la tierra y supe que no tenía que intentar ser lo que no soy, porque la danza se trata de ser, no de aparentar ser, ella me dijo una tarde que había conocido a una maestra que le dijo “Si a ti no te estorba tu cuerpo para bailar, que hablen los demás”. Actualmente ese sabía maestra que tan buen consejo supo dar, es mi maestra y tuve la dicha de escucharlo de su boca, “Si a ti, no te estorba tu cuerpo para bailar, que hablen los demás”…tengo la dicha de poseer un cuerpo que me da calidades de movimiento diferentes, que me hace ver fuerte como guerrera y no como una escuálida Willi (sin ofender a las Willis porque Giselle es uno de mis ballets favoritos), se a que sabe el helado, los pasteles de mi mamá, el arroz con leche de mi abuelita, los chocolates, los tamales, el ponche, las galletas, la pasta de mi tía y un montón de cosas que el mundo cree que las bailarinas no podemos comer y eso hace más feliz y placentera mi vida.

No todas tenemos la suerte de ser delgadas genéticamente, tengo varias amigas de esas que comen y comen y no engordan ¡Que bendición!  Pero como lo he mencionado, no todas contamos con ella, las que sí, disfruten, las que no también, no creo que un chocolate te haga ningún mal cuando tienes de 6 a 8 horas diarias de entrenamiento.

Me da un poco de risa ver como algunas de mis maestras se emocionan y me dicen “ahí vamos, desapareceremos esas piernas” o cualquier cosa por el estilo, agradezco profundamente que piensen en mí y estén ayudándome, pero debo admitir que mis pequeñas risas se deben a que amo mis piernotas, no quiero ser “popotitos”. Hay también algunas otras maestras que esperan que tengamos el cuerpo de una bailarina clásica y realmente, ese no es mi objetivo en la vida, no estudio clásico, es la técnica tradicional formativa por excelencia, pero créanme mi cuerpo no cumple con las características, un poquito de ubicación para esas queridísimas maestras, no esperen cuerpos de clásico cuando no estamos formándonos como bailarinas clásicas.

A todo esto, ¿Alguna vez han visto una foto de Anna Pavlova? La mujer no era exactamente delgada y bueno, es Anna Pavlova; a alguien muy romántico se le ocurrió que las bailarinas debíamos ser cuerpos alargados, etéreos e imposibles de tocar, sin embargo yo disfruto de ser una mujer tangible, real y fuerte.

Hay dos formas de mirarse en el espejo bailarines, yo podría mirarme y disgustarme por ser morena, no tener los ojos más grandes y azules como el mar, tener piernas de caballo de carreras, estar gorda, no tener la nariz respingada, ni sonrisa de comercial de pasta dental, y si este cuerpo inútil para la danza. La cosa es que cuando estas molesto, desesperado o frustrado no ves las maravillas de tu cuerpo, no vez que está ahí completo, resguardando tus ideas, tus pensamientos, tus sueños, tu conocimiento; protegiéndote del exterior; dándote movilidad; tienes un cuerpo que te permite vivir y por ende, te permite danzar.

Intenten verse de la otra forma al espejo, como intento hacerlo yo, disfruten de su cuerpo porque así tenga muchos defectos, también tiene muchas virtudes, todo el tiempo estamos intentando cosas extrañas para vernos mejor, el ponerte miles de cosas en el cabello para que crezca y brille, el maquillaje excesivo, los pupilentes, la ropa negra para verse más delgado, los tacones para ser más alto, la faja que te mete la panza, las mil capas de mascara para pestañas…hay tantas cosas, intenta mirarte un día en el espejo, así como eres, después de ducharte, mírate y date cuenta de la maravilla única que eres. Es difícil estar conforme con lo que uno es, siempre quisiéramos más, pero si no fueras exactamente como eres y quien eres, tu vida sería completamente distinta.

Hoy puedo mirarme y decirles que jamás cambiaría el color de mi piel y de mi cabello por nada en el mundo, que adoro que mis ojos sean un café mañanero, que mi sonrisa es bella aunque no sea de comercial, que tengo el cuerpo de una guerrera, que si no fuera exactamente tal cual es no tendría las mismas posibilidades de movimiento que tengo ahora y que jamás me hubiera podido dar la felicidad de escuchar a diversas personas decirme que hago magia cuando bailo.

Gracias a mi cuerpo por caminar conmigo, por bailar conmigo, por vivir conmigo…gracias porque sé que aquellos que realmente me aman, no aman sólo mi forma de ser o sólo mi cuerpo, aman el paquete completo.

Y ustedes… ¿Qué es lo que ven cuando se miran al espejo?
 

Un cuerpo para danzar sonriendo.
 

Noviembre de 2013.

 

¿Danzar para vivir o vivir para danzar?


 










A veces, amigos que tengo desde niña, o personas que me conocen de toda la vida, me preguntan si siempre supe que quería bailar, o si siempre lo quise; lo cierto es que ni yo misma recuerdo como sucedió. Sólo recuerdo que veía ballet por televisión e intentaba imitar los movimientos de las bailarinas, o cuando transmitían la película de “Crí- Crí”, mi parte favorita era “La marcha de los juguetes” entonces brincaba de un sillón a otro y bailaba sin parar.

Fue hasta casi los 10 años que comencé a asistir a clases de danza, no tuve una revelación como mucha gente, ni descubrí la danza después de haber hecho demasiadas cosas en la vida. Feliz puedo decir que lo que más adoro hacer en la vida es bailar, precisamente porque la vida es eso, movimiento puro.


Desde que comencé a bailar tuve muy claro que si iba a hacerlo lo haría bien y en serio, todos los días, sin importar la distancia o el clima, acepté la disciplina de portar un uniforme, mantener siempre largo mi cabello para un buen chongo (siempre con chonguera, que mi abuelita tejía), mantener mis uñas cortas y sin esmalte y sobre todo, soportar el dolor que esto me trajera; Sin embargo los años pasan, creces y entonces cambias y aunque amo la danza surgían en mi ciertas inquietudes que no sabía cómo responderme, pensaba que era demasiado injusto pensar en la danza primero que en todo, no me gustaba no ir a los aniversarios de mis bisabuelos porque justo al otro día siempre tenía función y debía estar descansada; no me gustaba no comer helado, ni tamales, ni quesadillas, ni tacos porque me engordaban, no me gustaba no poder ir al cine con mis amigos porque tenía clase…a pesar de todo, siempre había algo en mi cabeza que me hacía pensar, que todo lo que no hacía o dejaba de hacer por la danza no era un sacrificio, era sólo un esfuerzo.

Hoy tengo diecinueve años y puedo decir que hago lo que amo y amo lo que hago, sin embargo hay un millón de cosas con las que no puedo estar de acuerdo con la danza y me dan ganas de matar a mis maestros cuando los escucho decir algunas…tonterías por así decirlo. Los bailarines no somos atletas de Dios, eso se lo invento alguien; nuestra madre no nos parió en primera posición y si, si somos unos simples mortales, no somos de chicle, nos duele el cuerpo, nos enfermamos, tenemos sentimientos, nos enojamos, nos frustramos, nos desesperamos, nos enamoramos y todo, absolutamente todo lo que hacemos nos cuesta trabajo aunque en el escenario parezca realmente sencillo.

No somos máquinas de movimiento, y aunque lo de hoy son las especializaciones, no entiendo porque encasillar a la danza, ésta necesita  de todas las demás artes, y entonces un bailarín que no conoce la música, no ha tenido un pincel en sus manos, no gusta de la palabra, del cine, de visitar museos…un bailarín de esos, efectivamente termina siendo una máquina de movimiento.

Bien, ¿Qué te hace un mejor bailarín? No sólo conocer el arte, pasarte horas practicando, asistir a un millón de clases…para mí no se trata sólo de eso, existe algo de lo que los maestros se olvidan, vivir también te hace un mejor bailarín, salir con tus amigos, viajar con tu familia, estar en el cumpleaños de tu abuela, enamorarte, comer helado los sábados, tomarte un café con un churro relleno en Coyoacán…todas y cada una de las experiencias que la vida misma logre darte se verán reflejadas en tu danza, y de eso se trata, no es mejor bailarín el que tiene las mejores extensiones o u súper empeine; sino quienes viven la danza y danzan la vida.

Los maestros que suelen decir que hay que desayunar, comer y cenar danza; que hay que aprender a ser un poco egoístas porque nuestra profesión lo exige, que la danza está ante todo…me pregunto si nunca tuvieron amigos que los apoyaron y confiaron en ellos, padres que con esfuerzos pagaron las clases de danza, los vestuarios y estuvieron en cada una de sus funciones; abuelos que se llenaron de orgullo al presumir con sus amigos que su nieto o nieta era el mejor bailarín; algún enamorado o enamorada que les inspiro para seguir bailando, que secó sus lágrimas cuando creían no poder más y que sin importar nada siempre estuvo en cada función con un ramo de flores.

Pensar en danza 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año…puede ser la opción cuando te das cuenta que no eres o mujer o bailarina, que no tienes que elegir entre enamorarte, casarte, ser mamá y crecer en tu profesión; en esta vida hay tiempo para todo, y yo tengo claro que no soy mujer o bailarina, soy ambas, no cambiaría mi vida en la danza por nada en el mundo, pero tampoco cambiaría mi vida como mujer por la danza, amo, vivo, rio, creo, crezco, disfruto, como, corro, lloro, sufro, caigo, sueño…¡DANZO!

La danza no es para sufrir…nunca lo fue, a mí no me parieron en primera posición, a mí que no me digan que la danza no duele, claro que duele, a mí que no me digan que debo aprender a ser egoísta, no podría olvidarme de aquellos que me han apoyado en mi camino, sería el mayor acto de ingratitud, porque no llegue hasta aquí sola y prefiero danzar la vida que danzar para vivir.