Enero de 2014.
Se necesita un cuerpo
para bailar,
pero el requerimiento
más grande, es el corazón…
Por: Viridiana
Juárez.
Indudablemente en ésta vida, hay estereotipos para todo,
los bailarines no nos salvamos, ¿Cómo es la bailarina perfecta? Alta, delgada,
piernas y brazos largos, poco busto (realmente muy poco), caderas pequeñas y
angostas, rubia, castaña, pelirroja, rostro finísimo, debe tener una línea
maravillosa. Así es la bailarina perfecta según los estereotipos, ahora díganme
¿A cuántas bailarinas perfectas conocen? En realidad conozco a una, es mi amiga
y la adoro, pero el punto no es ese, el punto es que hay un montón de
bailarinas “imperfectas” en todo el mundo.
Soy mexicana y me honra serlo, porque soy de las mexicanas
que también sabe ver las virtudes de su país, de las que aman las flores y los
colores, podría comer mole a diario y desear que sea día de muertos todos los
días, pues entonces como podrán ustedes imaginar, mi cabello es negro, mis ojos
como el café de todas las mañanas, mis caderas como para parir a un batallón
completo y mis piernas, bueno, dejémoslo en que yo si tengo piernas; poseo un
cuerpo fuerte, para algunos quizá rudo, un cuerpo herencia de una bisabuela que
es casi un roble y de tantas cosas que pude haber elegido hacer en este mundo,
elegí la danza.
No es que la danza sea difícil como a todos nos lo hacen
creer, simplemente hay que trabajar, hay que esforzarse, pero hay que vivir en
ella, no sobrevivir, pasa, a mí me pasa que no puedo ser la bailarina perfecta,
que adoro bailar, que mi cuerpo y mi alma se funden al hacerlo, pero también
pasa que no entiendo cuando me dicen en plena clase “reduce las caderas”,
“comprime las caderas”, “afina tus muslos” ¿Qué hago? ¿Me paso una rebanadora de
jamón? Veamos… ¿Qué haré con estos caderones, cómo me los comprimo? ¿Dejo de
comer, mastico y lo escupo, vomito? Todas ideas completamente absurdas, porque
a mí no me molesta mi cuerpo, porque prefiero comer helado a que me cuenten a
que sabe, lo mismo que tomar ponche y comer tamales; no se trata de tirarse a
la perdición y comerse todo lo que se te ponga enfrente, se trata de quererte,
si te quieres por salud te cuidas, pero una cosa es cuidarse y otra abandonar
lo bueno de la vida.
Tuve una maestra que marcó mi andar en la danza, fue hace
no mucho tiempo, morena como el chocolate, caderas anchas, empeine envidiable,
ágil, de una calidad de movimiento impresionante, entonces me vi en ella, con
este cuerpo mexicano, arraigado a la tierra y supe que no tenía que intentar
ser lo que no soy, porque la danza se trata de ser, no de aparentar ser, ella
me dijo una tarde que había conocido a una maestra que le dijo “Si a ti no te
estorba tu cuerpo para bailar, que hablen los demás”. Actualmente ese sabía
maestra que tan buen consejo supo dar, es mi maestra y tuve la dicha de
escucharlo de su boca, “Si a ti, no te estorba tu cuerpo para bailar, que
hablen los demás”…tengo la dicha de poseer un cuerpo que me da calidades de
movimiento diferentes, que me hace ver fuerte como guerrera y no como una
escuálida Willi (sin ofender a las Willis porque Giselle es uno de mis ballets
favoritos), se a que sabe el helado, los pasteles de mi mamá, el arroz con
leche de mi abuelita, los chocolates, los tamales, el ponche, las galletas, la
pasta de mi tía y un montón de cosas que el mundo cree que las bailarinas no
podemos comer y eso hace más feliz y placentera mi vida.
No todas tenemos la suerte de ser delgadas genéticamente,
tengo varias amigas de esas que comen y comen y no engordan ¡Que bendición! Pero como lo he mencionado, no todas contamos
con ella, las que sí, disfruten, las que no también, no creo que un chocolate
te haga ningún mal cuando tienes de 6 a 8 horas diarias de entrenamiento.
Me da un poco de risa ver como algunas de mis maestras se
emocionan y me dicen “ahí vamos, desapareceremos esas piernas” o cualquier cosa
por el estilo, agradezco profundamente que piensen en mí y estén ayudándome,
pero debo admitir que mis pequeñas risas se deben a que amo mis piernotas, no
quiero ser “popotitos”. Hay también algunas otras maestras que esperan que
tengamos el cuerpo de una bailarina clásica y realmente, ese no es mi objetivo
en la vida, no estudio clásico, es la técnica tradicional formativa por
excelencia, pero créanme mi cuerpo no cumple con las características, un
poquito de ubicación para esas queridísimas maestras, no esperen cuerpos de
clásico cuando no estamos formándonos como bailarinas clásicas.
A todo esto, ¿Alguna vez han visto una foto de Anna
Pavlova? La mujer no era exactamente delgada y bueno, es Anna Pavlova; a
alguien muy romántico se le ocurrió que las bailarinas debíamos ser cuerpos
alargados, etéreos e imposibles de tocar, sin embargo yo disfruto de ser una
mujer tangible, real y fuerte.
Hay dos formas de mirarse en el espejo bailarines, yo
podría mirarme y disgustarme por ser morena, no tener los ojos más grandes y
azules como el mar, tener piernas de caballo de carreras, estar gorda, no tener
la nariz respingada, ni sonrisa de comercial de pasta dental, y si este cuerpo
inútil para la danza. La cosa es que cuando estas molesto, desesperado o
frustrado no ves las maravillas de tu cuerpo, no vez que está ahí completo,
resguardando tus ideas, tus pensamientos, tus sueños, tu conocimiento;
protegiéndote del exterior; dándote movilidad; tienes un cuerpo que te permite
vivir y por ende, te permite danzar.
Intenten verse de la otra forma al espejo, como intento
hacerlo yo, disfruten de su cuerpo porque así tenga muchos defectos, también
tiene muchas virtudes, todo el tiempo estamos intentando cosas extrañas para
vernos mejor, el ponerte miles de cosas en el cabello para que crezca y brille,
el maquillaje excesivo, los pupilentes, la ropa negra para verse más delgado,
los tacones para ser más alto, la faja que te mete la panza, las mil capas de
mascara para pestañas…hay tantas cosas, intenta mirarte un día en el espejo,
así como eres, después de ducharte, mírate y date cuenta de la maravilla única
que eres. Es difícil estar conforme con lo que uno es, siempre quisiéramos más,
pero si no fueras exactamente como eres y quien eres, tu vida sería
completamente distinta.
Hoy puedo mirarme y decirles que jamás cambiaría el color
de mi piel y de mi cabello por nada en el mundo, que adoro que mis ojos sean un
café mañanero, que mi sonrisa es bella aunque no sea de comercial, que tengo el
cuerpo de una guerrera, que si no fuera exactamente tal cual es no tendría las
mismas posibilidades de movimiento que tengo ahora y que jamás me hubiera
podido dar la felicidad de escuchar a diversas personas decirme que hago magia
cuando bailo.
Gracias a mi cuerpo por caminar conmigo, por bailar
conmigo, por vivir conmigo…gracias porque sé que aquellos que realmente me
aman, no aman sólo mi forma de ser o sólo mi cuerpo, aman el paquete completo.
Y ustedes… ¿Qué es lo que ven cuando se miran al espejo?
Un cuerpo para danzar sonriendo.